No os quiero engañar. En serio. Debería avergonzarme por hacer lo que voy a hacer pero... nobless obligg, que diría Tata, la verdad es que no tengo absolutamente ningunas ganas de escribir un post hoy, pero sino hago algo ahora mismo, como escribir algo aquí, caeré en el profundo sueño de los justos (o los que ayer trasnocharon y no debían) y seré despedido con presteza inaudita...
Sí, lo confieso, ayer volví a salir. Sé que no debo, que debería pensar en mi/s trabajo/s y meterme en el sobre allá sobre las 12 a más tardar. Pero reconozco que soy incapaz de resistirme a según qué estímulos. Vamos, a los estímulos de 1'70, talla 95 de sujetador y larga cabellera (preferiblemente negra, pero no soy racista). Por segunda vez esta semana y para desgracia de mi hígado y mis retinas ayer volví a escaparme a la tibieza (más bien fría, todo hay que decirlo) de la misteriosa noche, a revolcarme entre cuerpos sudorosos y conversaciones vanas y carentes de sentido. Y ahora pago el justo precio, como no...
Tengo sueño como para morir de siesta, tengo dolor de cabeza como para matar al cabezón de Aznar de cefalea, la lengua rasposa como un gato y un simulacro de piernas que a duras penas me sostienen en pie. Y aún no he hecho ni la mitad de horas que tengo que hacer hoy de curro. No, si me está bien empleado, por gilipollas. Pero la verdad es que no puedo evitar hacer estos sacrificios por los amigos que realmente valen la pena (vale, y por las tías). Creo que uno tiene que castigar a veces el cuerpo para que éste no se aburguese. Después de 4 años en pareja, la verdad es que tenía cierta tendencia a no salir en días no señalados y a tener sueño a eso de las 12 de la noche. Y eso, en el fondo, no va conmigo. Recuerdo temporadas, años ha, en los que dormía cuando podía, echaba siestas a las 8 de la tarde y me levantaba a las 9 listo para dar guerra. Podía ingerir tres veces más peso en Whisky que en comida durante una semana y mantener cierta integridad y, sobretodo, una densa vida social. Vale, que a lo mejor acabaré donando el hígado a casa Tarradellas para que haga paté de whisky, pero al menos creo que vivía algo. Y ahora me comienza a asaltar de nuevo esa furia que me impide dejar pasar el tiempo delante de mis narices como si la reserva fuera infinita. Para quien haya leido "El segador", me siento como cuando Bill Puerta duerme por primera vez, siento como caen los segundos y yo no estoy haciendo nada con ellos. No puedo soportar la idea.
Puede que sea porque la muerte siempre me ha pasado de cerca y se ha llevado a mis seres queridos desde que tengo uso de razón, pero, sin tener miedo a ella, no tengo ganas de que me llegue el día en que oiga un HOLA y me pille sin las maletas llenas de recuerdos y arrugas en la cara de tanto reirme de la vida. Siento que se me escapan las experiencias, que cada día que paso sin hacer algo nuevo o sin hablar con alguien interesante es un día que nunca volverá. Pero no por ello me deprimo, sino que intento exprimir mi existencia para sacarle todo el jugo. Duermo poco, pero sueño más. Algún día, cuando la Parca venga a buscar lo que de mi quede le podré decir tranquilamente que los recuerdos son mi equipaje y que no dejo nada atrás que me haya quedado con ganas de probar...