Tribulaciones de un Jedi en prácticas

Tristeza...

A veces no te das cuenta de lo que quieres a las personas hasta que no ves que vas a perderlas. Parece sencillo (y de hecho lo es) querer a un amigo, a una novia o algún familiar con el que llevas especialmente bien, pero parece que con según qué gente resulta más difícil... Hablo por el caso especial de mi padrastro. Resulta que mi madre se casó de segundas hace 14 años y se trajo a un tipo emparejado lejanamente con ella a vivir a casa. A mis entonces tiernos 11 años me costó lo mío digerirlo. Me había criado sólo, sin ninguna figura paterna que me corrigiera mis errores o me aconsejara en temas varios como la autosatisfacción o el correcto uso de la maquinilla de afeitar y, la verdad, consideraba que llegaba un poco tarde para intentar llenar ese espacio.
Digamos que nuestra relación podía ser muchas cosas excepto buena. Durante años nos tuvimos cierta rabia y nos hicimos bastante la puñeta (dentro de unos límites). El caso es que uno se va haciendo mayor y acaba madurando y viendo que, tras una fachada de intolerancia y mal rollo, se escondía una personita, no especialmente agradable, pero al menos no tan desagradable como pensaba yo que era.
De hecho, puedo decir que ahora me lleva bastante bien con él, y que, a veces, incluso me echo unas risas y comadreo un poco. No es un mal tipo, simplemente somos de épocas diferentes y llegó en un mal momento. Pero de ahí a decir que le quiero...
Pues mira, esas cosas pasan. Hoy lo han ingresado en el hospital para extirparle un tumor de colon. Y he temido por él. Lo reconozco. Yo, que tan frío resulto para estos temas, que tanta serenidad suelo mostrar cuando todo el mundo enloquece, yo, hoy he sentido que si se fuera lo echaría mucho de menos. Me resulta extraño, después de tanto odio e incomprensión, pero la verdad es que ya es como si fuera mi padre. No el de verdad, por supuesto, el de verdad no puede ser sustituido porque no llegué ni a conocerlo (se lo llevó antes de nacer yo un cáncer de colon, fijate tú qué casualidades tiene la vida), pero sí que es alguien a quien aprecio mucho a pesar de no compartir nada con él, aparte de un espacio vital. Puede que nunca sea mi padre, pero se ha ganado un hueco en mi corazón por méritos propios...
No se cómo irá la operación, si saldrá o no del quirófano (al fin y al cabo no es un chaval, que tiene 72 tacos y 3 infartos a su espalda ya) o si quedará muy tocado de todo esto. Lo que sí que sé es que tengo ganas de que el día de Nochebuena esté sentado en la mesa con nosotros. Porque sino lo echaré de menos...