23 de Enero 2004

Things that happen...

A él lo conocí una mañana soleada de Agosto en un bar donde solía ir a menudo a tomar un café en condiciones porque me pillaba cerca del trabajo. Un tío raro, sin duda.

Mayor que intenta aparentar no serlo tanto, tarado sin remedio, con una verborrea intensa que se te metía en las sienes y te daba un tremendo dolor de cabeza inmediato. No puedo decir que me cayera mal en aquel momento, pero sí que no me cayó bien.
Era un conocido de un familiar mío, con lo que intenté no caer mal, corriendo el riesgo de morir sepultado entre palabras carentes de sentido. Digamos que aguanté el chaparrón aquel día y que en los subsiguientes simplemente evité verle, si eso era posible y si no pues aguantaba como bien podía.
A ella la conocía desde hacía años, aunque nunca la había visto. Un nombre repetido una y otra vez a lo largo de 14 años se te acaba fijando en el inconsciente. Oyes hechos y anécdotas sobre una persona tantas veces que, al final, te parece conocerla cuando no es así.
El caso es que ambos vivían juntos, eran una pareja moderna que no se había complicado con papeleos y simplemente compartían vida, piso y alcoba. Ella mucho menor que él, él mucho peor que ella.
Un buen día, o mejor dicho noche, me llegó la noticia de que él estaba en el hospital. Había tenido un accidente en la carretera y estaba, aunque fuera de peligro, hospitalizado. Este familiar me lo comunica y me dice que ella quiere ir a tomar algo, que lleva una semana en el hospital y que ya no puede más, que necesita una copa. Vamos los dos y finalmente puedo ponerle cara a esa persona de la que tanto he oido hablar. Y vaya cara...
No puedo decir que fuera extraordinariamente bella. Sería irreal porque no lo era. Atractiva? Sí. Simpática? También. Estaba buena? Sin duda.
El caso es que tardamos poco en congeniar y aquella misma noche ya hablabamos como si nos conocieramos de toda la vida, lo cual no es del todo mentira. Cada uno para su casa y aquí paz y después gloria...
El caso es que no esperaba encontrarmela en el bar al día siguiente. Allí hablamos un poco más y quedamos de nuevo para la noche, para tomar algo. Me disculpé como pude con mi novia en aquella época y, efectivamente, nos vimos.
Debo decir que en un primer momento nunca pensé sexualmente en ella. No había nada que me incitara a ello salvo su cuerpo y no suelo ser de ese tipo. Soy más bien de situaciones extrañas y morbo sugerido que no de grandes figuras. El caso es que, hablando en mi casa hasta las tantas de la madrugada y sintiendonos francamente cómodos, empecé a notar cierta tirantez sexual que no me atrevía a calificar. Y el hecho de estar ambos emparejados lo hacía más morboso, con lo que empecé a sentir realmente calor. Afortunadamente la noche acabó y yo pude dormir algo antes de irme a trabajar.
Al día siguiente, y ya intercambiados los números de móviles empezó una cadena de mensajes y llamadas que no hacían sino confirmar mis peores temores. No tanto que yo le gustaba a ella como que ella me gustaba a mi.
Aquella noche ya no hubo preambulos. Me recogió en la puerta del bar y me llevó a su casa. En el mismo sofá seguimos hablando y hablando hasta que, debido a la falta de sueño, en un momento de silencio un poco más largo de lo normal, me quedé dormido semitumbado. Fue uno de esos microsueños que duran nada y menos pero en los que visualizas de todo y yo lo visualicé todo y todo me gustó. Abrí los ojos de nuevo dándome cuenta de que acababa de hablar en sueños y que no sabía lo que había dicho. Ella me preguntó: qué? y yo no supe qué responder. Siguió hablando conmigo como si nada pero, en un momento dado, se tumbó delante mío descansando su cabeza en mi hombro y quedando de espaldas a mi, pegado todo su hermoso y torneado cuerpo al mío. La temperatura subió unos cuantos generosos grados por mi parte y ella me siguió hablando. Hasta que se detuvo, giró su cabeza y me dijo:
- No estaría bien, verdad?
No sabía qué decirle. Por supuesto que no estaría bien, yo tenía pareja, si bien no la quería y pensaba en dejarle hacía tiempo, y ella también la tenía y estaba hospitalizada. Pero por otro lado, ella no paraba de decirme que estaban muy mal, que él era un ogro que no paraba de gritarle y que hacía dos meses que no tenían relaciones sexuales. Estaba hecho un lío y realmente no sabía qué decir.
Tampoco hizo falta. Cerró los ojos y selló mis labios con un beso tierno, dulce, entregado. Sus manos se cerraron alrededor de mi nuca y surcaron mi pelo con ternura, acariciando mi piel y mi cabello mientras su boca se abría para dejar paso a una lengua juguetona y experta que entró en la mía y recorrió todo el espacio que quiso sin ninguna oposición. A la mierda la novia, que le den...
Sin mediar palabra, se levantó, me cogió una mano y me llevó al dormitorio. Me desnudó completamente y se desnudó a sí misma con una sensualidad extrema que me dejó extasiado. Y me hizo el amor, una y otra vez, toda la noche, dulcemente, con arrebato, entregada, como nunca otra amante lo ha hecho...
Aquello duró poco. Yo dejé a mi novia al día siguiente y ella pensaba dejar a su novio en cuanto saliera del hospital. Pero no llegó a cumplirse. Tras 7 u 8 encuentros más, todos ellos sexuales, yo conocí a otra persona. Debería decir que ya la conocía antes, pero la verdad es que la conocí bien por entonces, cuando pude hablar con ella y contarnos cosas de verdad interesantes. Le expliqué lo que tenía con ella y dijo no importarle, que aquello era sexual y que no duraría. Que quería conocerme mejor antes de tener nada conmigo. En cambio, ella se volvió más posesiva, más "novia", me quería tener siempre dentro, no paraba de llamar y, un buen día, sin venir a cuento, me dijo que me fuera a vivir con ella.
Yo no pude con aquello. Me superó, lo reconozco. Era más joven y no quería un compromiso tan serio tan de repente. Me acobardé. Así que sopesé, elegí a la otra chica (con la que salí dos años después de aquello) y le dije la verdad:
- No quiero estar contigo...
Y me despedí con un beso en la mejilla.
Ahora la recuerdo con cariño y con cierto morbo. Hemos vuelto a hablar alguna vez y ambos reconocemos que no estábamos en un buen momento para iniciar una relación entre los dos y que, probablemente, no nos llevaríamos bien nunca. Pero, desde luego, la conexión sexual que sentí con ella no la he sentido con nadie más. Creo que, si ella no estuviera emparejada de nuevo, nos acostariamos regularmente y con ganas. Pero todo eso son hipótesis.

No puedo decir que me guste haber puesto unos cuernos (ni a mi novia ni a su novio) pero creo que esta historia tiene una justificación mucho más allá del calentón que nos suposo. Supongo que, en el fondo, los dos estábamos hartos de ser maltratados por nuestras parejas y buscábamos alguien con quien huir de ello. O puede que sólo fuera sexo. Demonios, yo que se?!?

Escrito por Anakinet a las 23 de Enero 2004 a las 04:22 PM
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