30 de Septiembre 2004

Fobías, filias y manías...

Hola amigos. Hoy, por primera vez desde hace muchos, muchos años voy a abrir una parte de mi corazón que he mantenido a cal y canto todo ese tiempo y que apenas recordaba. Creo que va siendo hora de enfrentarme a ello al igual que he afrontado otras fobias y manías delante vuestro en este último año. Hoy os voy a hablar de la peor época de mi vida. Una que hasta me cuesta recordar porque quedó sepultada bajo toneladas de culpabilidad, dolor y angustia. Hoy voy a hablaros de mi infancia.

No sé si os acordareis de la tipología de mi familia, creo que os la he comentado alguna vez en posts anteriores pero voy a hacer un pequeño resumen porque creo que ayudará a entender algunas cosas.
Soy huerfano de padre de nacimiento, él murió seis meses justos antes de que yo naciera víctima de un cáncer de colon que le consumió en un año justito. Soy, como se podría decir, su última obra, producto de la confianza en que su propia enfermedad no le permitiría funcionar a nivel sexual. Debo decir que me alegro de que se equivocara. Mi madre ha sido para mí siempre una mujer mayor ya que tiene cuarenta años más que yo y, de paso, también son bastante mayores mis dos hermanos, uno once años y el mayor dieciseis. Se puede decir que prácticamente me he criado en manos de extraños porque mi madre trabajaba limpiando suelos todo el día y mi hermano mayor se puso a trabajar con dieciseis años, así como mi hermano mediano. Fui enviado a la guardería con apenas dos años con la que precisamente años después sería mi cuñada. Ella encontró la panacea para que el niño se estuviera quieto y no diera por culo y le debo a ella el haberme dado mi mayor afición, el enseñarme a leer con apenas dos años y medio (es lo único que le debo, eso sí).
Mis primeros años de escolaridad fueron bastante malos debido a ello, ya que era el único niño de parvulario que sabía leer y solían colgarme a mí el marrón de leerles los cuentos a los otros que no sabían. Ello, con la tierna edad de cuatro años, fue mi primer hecho diferencial y provocó no pocos rechazos. Los niños no querían jugar conmigo porque era diferente y no fue hasta el curso siguiente, 1º de EGB, que logré entablar alguna amistad en aquel curso en el que pasaría ocho largos años.
En primero conocería a algunos de mis mejores amigos durante esos años, como Alberto, un chaval muy delgado (aún sigue siendolo) que tenía los mismos problemas de desarrollo que yo y eramos los más bajitos y niños de la clase año tras año. También estaba David García, un chico muy problemático e hijo de una pareja de Testiculos de Jehová que fue la única persona en esos ocho años capaz de conseguir que me castigaran y de, encima, pasarme el castigo de puta madre con él. También estaba otro David del que no diré el apellido que fue uno de mis mejores amigos con el que veía mis primeras pelis porno en su casa, que me enseñó a masturbarme con ocho años en condiciones y que, desgraciadamente murió en accidente de tráfico hace seis años. Aún lloro por él de vez en cuando, no puedo evitarlo. Hace poco me volví a encontrar a su hermana a la que parece que le gusto pero no puedo evitar pensar en él cuando hablo con ella y no me parece apropiado. Recuerdo también a la pandilla del balonmano, integrada por estos y otros más como Jordi, David (había muchos), Pedro y otros más que nos ibamos después de entrenar a fumar a la vía y tirarles piedras a los trenes (ahora lo encuentro una aberración pero la verdad es que nos lo pasabamos pipa). Recuerdo a Bea, la niña de la que estuve enamorado esos ocho años y con la que, aún hoy, siento una punzada en el corazón cuando la veo. Recuerdo al grupo de niñas guapas/bien con las que jamás tuve la más mínima relación personal. Elena, Mari Carmen, Elisabeth, Laura o Eva. Fueron las primeras que encendieron mi deseo contenido en espasmódicos movimientos por las noches. Había más gente pero la verdad es que los años van borrando sus nombres y sus caras y cada vez me acuerdo menos de ellos por lo poco que significaron en mi vida.
He de decir que, a pesar de todos los nombres que he dicho, yo he sido toda la vida una persona muy solitaria y que nunca he tenido demasiados amigos de verdad porque siempre he sido muy raro a nivel personal (aparte de gordo y bajo). Mis relaciones nunca fueron muy profundas, ni siquiera en octavo y, después del viaje de fin de curso, menos todavía. En aquel viaje me tocó una habitación que no estaba mal, con Jordi y Jose y, la verdad, me lo pasé bastante bien pero cuando comparabas con el resto de habitaciones la verdad es que era una mierda pinchada en un palo porque los demás jugaban a poker, bebían, fumaban y los más afortunados (pocos) echaron algún polvete con alguna compañera. Encima yo estaba colgado de una compañera que, habiendo yo esperado mi oportunidad durante toda la semana para pedirle que bailara conmigo una de las lentas (qué tiempos aquellos... ains) me dijo que no para luego ponerse a bailar con el guapete de turno que le sobó hasta la gomilla de las bragas delante nuestro. Para olvidar. Lo único positivo de aquel viaje fue ver la final de la Copa de Europa en Wembley donde el Barça ganó a la Sampdoria por 1-0.
Pero no sólo del colegio vive uno. De pequeño he tenido más amigos en el pueblo de mis primos que en mi propia ciudad. El pueblo en cuestión está a apenas diez kms de aquí y pasaba los fines de semana aparte de las vacaciones con ellos. Allí conocía mucha gente pero reconozco que no era lo que se dice popular. Más bien era el imbécil del pueblo y todo el mundo abusaba de mí. Se reían de mí, de mi barriga, de ser un sabelotodo, de no tener amigos, de mi torpeza, de todo... Pero no me quedaba más remedio que seguir allí porque no tenía opción, mi familia no se podía hacer cargo de mí y allí pasaba las horas, intentando embeberme en mis lecturas y en el ordenador de mi primo. No quería relacionarme con nadie, no quería conocer a nadie ni hacer nada. Vivía en mi propio mundo de dolor donde nadie podía entrar. Con los años sólo hubo una persona que me llegó a conocer y saber lo que pasaba por mi cabeza en los momentos en los que las lágrimas empezaban a aflorar. Mi prima Miriam era y es un sol de niña. Ella es la que me propuso ir a Dublin y la que se ha quedado allí y, lo reconozco, la adoro. Es mi niña de pelo rubio ceniza y ojos grisazulados y tengo debilidad por ella desde siempre. Ella es la única que me ha entendido y entiende.
El resto eran una panda de bastardos a cada cual más garrulo que el anterior y se dedicaban a hacerme la vida imposible, especialmente mi primo Rubén con el que me llevo tres meses. Él, cabronazo mayor del reino, hizo de mis fines de semana territorio peligroso ya que no dudaba en pegarme, arañarme o insultarme cuando no llevaba la razón con tal de que se la diera. A él le debo las heridas más profundas que nadie me ha podido inflingir en mi alma y algunas de las de mi cuerpo. Toda la vida se ha reído de mí y ha abusado hasta la saciedad. Ahora ya no puede ya que el tiempo ha puesto a cada uno en su sitio y ahora ya no soy tan bajito sino que mido más o menos lo mismo que él. Vale, puede que esté más gordo pero también es cierto que en una pelea le arrancaría la cabeza sin problemas. Aún así sería un parco castigo para tamaño bastardo. Pero bueno, eso forma parte del pasado. Al menos ahora me respeta.
En mi barrio siempre he tenido buenos amigos aunque ahora apenas los conserve porque con 16 años hice borrón y cuenta nueva y cambié de vida, de amigos y de ambiente pero aún guardo buenos recuerdos de los chavales de mi calle y alrededores con los que jugaba mis primeros partidos de futbol callejero. Mención especial para Jordi (otro más) que mintió a todos nuestros amigos para que se pensaran que podía eyacular diciendo que nos habíamos echo una paja juntos, cosa que no podía hacer ya que yo era un autentico niño por aquel entonces y no pude conseguir tal cosa hasta los 17 (justo a tiempo). Él fue uno de mis mejores amigos y aún nos paramos a saludarnos por el barrio aunque ya no es lo que era ya que él está casado y con dos críos y ya no tenemos nada en común. Pero sigue siendo un buen tipo a pesar de todo y siempre lo recordaré con cariño.

Como bien he dicho, yo no me desarrollé hasta los 17 años con lo que mi paso por el instituto (al menos los primeros años) no fue muy agradable. Todo el mundo se reía de mí igual que en el colegio (de hecho muchos eran los mismos) e incluso los ataques eran mayores ya que había gente con cuatro ó cinco años más que yo que eran aún más crueles. Por fortuna el primer año hice bastantes amigos de cursos mayores aunque aún me pregunto por qué, que hicieron que la cosa no llegara a mayores nunca. De hecho el primer año fue un puto infierno y os juro que más de una vez pensé en cortarme las venas para no volver a pisar esa clase. Lo bueno fue que al pasar de curso limpio dejé atrás a la mayoría de imbéciles que componían mi clase de primero y pude empezar a estar con gente que no me conocía de nada. De hecho el paso a tercero mejoró aún más y al repetir se dió el caso de que ya no iba con nadie de mi colegio, al menos a la mayoría de clases y empecé a conocer mucha gente nueva. Además en ese momento comenzó mi cambio físico que, como llevaba retraso, decidió tomar carrerilla y hacerlo de golpe. En poco más de un mes crecí veinte cms, perdí veinte Kgs y me hice todo lo peludo de piernas que soy ahora (los pelos del pecho tardaron un poco más, pero ya no venía de ahí). Con todos esos cambios no sólo saltó mi imagen de niño sino que fue acompañado de un cambio psicológico que anda pendiente de completarse todavía pero que ya ha recorrido muchos Kms.


El caso es que todavía hoy me cuesta recordar mucho cosas de mi infancia porque fue traumática y ha dejado secuelas en mi subconsciente pero últimamente me he enfrentado a uno de mis mayores demonios y creo que he salido bastante airoso. Una de las personas más comunes a lo largo de mi infancia era David, compañero de clase, de equipo y que, por azares de la vida, tenía una torre en el pueblo de mi primo. No puedo decir que haya sido especialmente malo conmigo aunque ahora aún lo relacione con algunos de los peores momentos que he pasado en mi infancia como aquel día que los amigos de mi primo y él mismo me quitaron la ropa a la fuerza a un kilómetro de casa y me hicieron volver desnudo y llorando. Él no participó activamente pero tampoco hizo nada por impedirlo y yo lo recuerdo por cosas así, por no ayudarme cuando lo tenía muy fácil ya que era el más fuerte de todos. Nunca hizo nada en contra mía pero tampoco lo evitó pudiendo hacerlo y le tenía mucha rabia. El hecho es que no nos habíamos visto en años y hace un año y medio que tuvimos el uno noticias del otro y fue cuando, precisamente, él empezó a salir con mi ex-novia a las dos o tres semanas de dejarlo. Ni que decir tiene que rabié como una perra y que ladré mi rencor por las esquinas en cuanto pude verla a ella y explicarle quién era ese con el que se había liado.

Y ahora me doy cuenta de lo soberanamente estúpido que fui. Desde hace una semana este chico y yo hemos venido quedando regularmente y de manera natural después de haber coincidido los tres un par de veces. Y me he dado cuenta de lo imbécil que fueron esos comentarios. Y de lo estúpido que soy.
Yo puse a parir a un tío que hacía diez años que no veía por cosas que apenas recordaba y guiado sólamente por un sentimiento de amargura hacia algo que representaba lo que más odio de mi vida: mi propia debilidad. Es por eso que he apartado prácticamente todos los recuerdos que tengo de mi infancia porque me recuerdan lo débil que fui durante todos esos años. Ahora mismo me importa una puta mierda lo que la gente diga de mí y no dudo en enfrentarme ante quien intenta abusar pero me sigue dando pánico el tratar con esa gente que vivió mi debilidad de una manera tan directa. Hoy, finalmente, lo he comprendido y, hablando con él delante de un café cojonudo, le he confesado todo lo que dije de él a su novia y él me ha dicho que lo entiende. Y hemos pasado la tarde juntos en mi casa jugando al ordenador y riendonos mientras nos explicábamos anécdotas de cuando eramos pequeños y de las cosas que nos han pasado en nuestra vida separados. Incluso hemos llegado a comentar cosas de las relaciones que mantuve/mantiene con su novia y nos hemos reido muchísimo poniendonos en el lugar del otro. Todo ha tomado sentido, todo se ha arreglado. Yo ya no siento celos de él ni él de mí y, sobretodo, me he reconciliado con una parte importante de mi pasado y creo que estoy listo para empezar a enfrentarme al resto de mis fobias. Así lo haré.

Escrito por Anakinet a las 30 de Septiembre 2004 a las 01:07 AM
Comentarios

Has leído el post de Somo o es mera casualidad?
tontos hienas y la supervivencia animal... vaya.

Sobre lo del Japo, por mi ok, pero entre semana o en finde, que prefieres?

Escrito por rita a las 30 de Septiembre 2004 a las 03:49 PM

Pues es mera casualidad porque sí leí el post de Somo pero lo hice después. Supongo que eso le quita fuerza al mío pero, la verdad, me es completamente indiferente.
Lo del japo es sencillo ya que no tengo elección, tiene que ser entresemana porque curro los findes...

Escrito por Anakinet a las 30 de Septiembre 2004 a las 04:37 PM

que pinchi mamada es todo esto crabrona estupida chiga tu madre atte.tu pito loco

Escrito por sado a las 8 de Febrero 2006 a las 09:54 PM
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