Hola, soy yo de nuevo. Es insultante que postee aquí después de otra morterada de tiempo pero el espacio es mío y sólo necesito escribir algo y quedarme tranquilo leyendolo. Puede que no os importe, pero a mí sí.
Creía ya que estaba de vuelta de todo. Después de todas las experiencias narradas en posts anteriores, los veintiocho recién cumplidos y unos cuantos tiros pegados pensaba que estaba curado de espanto. Y, como siempre, estaba equivocado.
De cuatro patas. Como un adolescente granulítico, como un niño que abre los ojos por primera vez y vé el mundo, así he caido de nuevo. Yo, que juré que no me enamoraría nunca más, que dije al mundo que ya bastaba de amar y no ser amado, que tantas lágrimas ha soltado por no saber ya amar, yo, he vuelto a caer. Y de manera estrepitosa, con todas las de la ley, sin tapujos y sin salvación posible. Como un niño.
De las múltiples curiosas formas que hay de conocer a una persona probablemente me ha tocado una de las más extrañas. ¿Quién me iba a decir que jugando a un juego on-line encontraría a alguien especial de verdad? Ni yo mismo me lo hubiera creido. Primero fue un personaje pixelado asociado a unas palabras en verde que pasaba por ahí. Luego le puse nombre, me acostumbré a su presencia e incluso cruzamos alguna palabra en el chat común. De repente un día tomó voz en el Team Speak y comenzamos a reirnos juntos. Por último una quedada en Madrid donde nos conocimos en persona y donde acabó de ponerme la puntilla. Es todo cuanto yo puedo desear en este mundo, ahora o nunca. Nunca he alcanzado tal nivel de simpatía con nadie, nunca me he sentido tan pleno y satisfecho con una persona sólo hablando, sin más. Nunca he admirado tanto a una persona por su desenfado y falta de vergüenza. Me colgué, lisa y llanamente, pasé unos días de ensueño a su lado y asumí que era simplemente mi necesidad de cariño puesto que lo regala a espuertas y que al volver aquí todo sería igual que antes, frio y calculado. Corrí y recorrí media Madrid para llegar al último café que me pude tomar con ella, me eché a llorar cuando pensé que había perdido el tren que me llevaba a donde estaba y sonreí como nunca recuerdo haber hecho cuando llegué con tiempo de pasar diez minutos más con ella.
Y me volví a casa, a mi fria y sola casa, pensando que se me pasaría y que volvería a ser yo, el de siempre, sin comidas de cabeza por las mujeres ni nada que se le asemeje. Me equivoqué. Probé a hacer algo que no falla nunca, se lo dije, sabiendo que me rechazaría y así me calmaría. Y sí, me rechazó. Pero no me he calmado, todo lo contrario. No ha habido nunca una mujer tan dulce que me diga que no, nunca nadie ha tenido tanto cuidado en no hacerme daño al rechazarme y, sobretodo, nunca he conocido a nadie que lo haga y luego se mantenga a tu lado y te consuele, siga hablando contigo y no le importe que le confieses que estás enamorado de ella. No se va, se queda conmigo y nos pegamos las noches enteras hablando.
Puede que sea pronto para decirlo, pero creo que he encontrado mi mitad, la parte que me falta, lo que me completa.
Y no es sólo porque sea una friki irredenta, tenga un gusto musical tan sumamente genial o que adore a Kevin Smith tanto como yo. Todo eso está muy bien y lo agradezco. Sería una amiga genial sólo por ello. No es tampoco porque la encuentre sumamente guapa o estructuralmente perfecta, todo ello haría de ella una buena amante, pero no es lo que me interesa.
Es la increible y única sensación de no tener que mentirle nunca. No he fingido nada, no he tenido que exagerar nada, no he tenido que ocultar nada. Sabe lo que siento con precisión, sabe quien soy y cómo he llegado aquí y sabe cuales son mis defectos y me ayuda a superarlos o los asume tal cual son. Es un espejo en el que mirarme y verme a mi mismo tal cual soy. Ella está consiguiendo que me vea a mi mismo y me guste tal y como soy, a pesar de los años de complejos y autoflagelación a los que me he sometido. Y se me ha abierto como si me conociera de toda la vida, me cuenta sus problemas y sus inquietudes, sus cosas y sus locuras y me abronca cuando soy sarcástico conmigo mismo. Me consuela en las horas bajas y me dice que está llorando cuando lo hace, aunque yo no pueda verlo. No nos escondemos, somos tal cual somos y nos aceptamos tal y como somos.
Nos hemos confesado que estamos enganchados el uno al otro ya mil veces. Pasamos horas y horas hablando y nunca es hora de irse, nunca se acaba la conversación, nunca hay un mal rollo que tense las cosas.
Pero no me ama. Y probablemente nunca lo hará. Llevo días soñando con ella, permitiendome creer que cambiará de opinión, que se dará cuenta de que me quiere como yo le quiero a ella y no es así. Tengo que asumirlo, jamás pasará. Aparte de que nos separa la distancia nos separa el tipo de sentimiento que sentimos. Yo la adoro y quiero vivir con ella pero ella no siente lo mismo. Es el eterno sino de ser amigo o amante y creo que ya no hay vuelta atrás, que nunca seremos más de lo que somos ahora.
Y me da mucho miedo. ¿Podré soportar que me empiece a hablar de otros? ¿Me volveré a cerrar de nuevo y pasaré un montón de años sintiendome vacío? ¿Se acabará esta sensación que me corroe por dentro y pasará a ser una más? No tengo respuestas a mis preguntas y creo que nadie las puede responder salvo el tiempo, pero no importa. Lo que haya de ser será, pero no quería dejar pasar un día más sin que supierais que he encontrado lo que buscaba, que existe, que hay un ser celestial en la Tierra que ha bajado para darme luz y tranquilidad, dolor y noches de tormento y esperanza de que en el amor nunca se ha dicho jamás la última palabra.
Por cierto, tiene la dirección de este blog, se la dí yo mismo y tengo intención de decirle que he puesto este post y que lo lea. No tengo miedo a lo que pensará. P., cuando leas esto, recuerda que te quiero y que sólo quiero que seas feliz, sin pedirte nada a cambio.